jueves, 3 de agosto de 2017

Cinco días que estremecieron al mundo-Nicholas Best


*Esta reseña apareció, originalmente, en el sitio achtungmag.com:

http://www.achtungmag.com/la-carne-la-historia-cinco-dias-estremecieron-al-mundo-nicholas-best/


La carne de la Historia: Cinco días que estremecieron al mundo, de Nicholas Best

Uno de los mayores problemas al aproximarse a la Segunda Guerra Mundial es la ingente bibliografía que existe. Varios cientos de volúmenes apilados en las estanterías de mi estudio así me lo recuerdan cada vez que intento quitarles el polvo o buscar una referencia. No en vano, es uno de los temas sobre los que más se ha escrito, algo realmente notable si pensamos que sólo duró seis años. Pero el impacto que tuvo el conflicto sobre el mundo futuro fue de una significación tal, aparejado a la crisis moral y al derrumbe de los valores tradicionales, que lo desbordante del asunto está más que justificado. Este es, quizás, el principal problema, que resuelve de forma sobresaliente Nicholas Best en su obra Cinco días que estremecieron al mundo (editorial Pasado & Presente). Ofrecer una perspectiva novedosa sobre la contienda, y presentar una información interesante y fresca, es todo un desafío culminado en este libro de una manera brillantísima.



1. La mirada del General Anton Dostler

Desde la portada del libro elegida por la editorial Pasado & Presente, ya se nos lanza una seria advertencia. La imagen presenta al general alemán Anton Dostler en los instantes previos a su fusilamiento. Fue condenado por un tribunal militar, que lo halló culpable de crímenes de guerra —al parecer había ejecutado en Italia a 15 soldados norteamericanos que eran sus prisioneros—. En la estremecedora foto de portada, Dostler mira fijamente a la cámara mientras lo atan al poste en donde va a ser ejecutado. A un lado, un sacerdote militar sujeta una pequeña Biblia en la mano y parece estar rezando el último responso.

Todo radica en la mirada del alemán que, vestido con su uniforme de la Wermacht, perfora con sus ojos al lector que se encuentra al otro lado del libro, dispuesto a abrirlo e iniciar una extraordinaria lectura, pero también un recorrido por la barbarie y las bajezas más infames de las que es capaz el ser humano. Entonces, al contemplar esa mirada helada, cargada de pánico y también de inhumanidad, uno se pregunta con las palabras de Primo Levi —que también son el título de una de sus obras—: Si esto es un hombre (Península).


No se me escapa, como experto en la contienda y en su descomunal literatura, que la afirmación de Levi se refiere al estado en el que quedaron los prisioneros de los campos de concentración (Levi pasó por Auschwitz). El italiano plasma la reflexión en un poema que encabeza el libro, y que en una de sus partes nos dice:

Los que vivís seguros
En vuestras casas caldeadas (…)
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de un panecillo
Quien muere por un sí o por un no.

Primo Levi, tras su experiencia en Auschwitz, duda de si continúa siendo un hombre: ha sido sometido a la más bestial de las deshumanizaciones. En la mueca más brutal de la Historia, esa misma deshumanización ha calado profundamente en sus verdugos. Y eso lo podemos encontrar en el fondo de los ojos de Anton Dostler: unos ojos hundidos, famélicos de fosas comunes, con el barro y el limo de las ejecuciones arbitrarias en las pupilas, y el fulgor de las balas y la sangre todavía colgando de sus párpados.

Primo Levi,


2. Las pequeñas historias de la Historia

Todo ello aparece en el texto de Nicholas Best que, acertadamente, decide fijarse, solamente, en los últimos cinco días de la contienda. Son esos Cinco días que estremecieron al mundo, un título colocado en contraposición a los Diez días que estremecieron el mundo (Akal), la obra de John Reed publicada en 1919, en donde se narran los sucesos de la Revolución de Octubre que trajo el terror bolchevique y soviético. Nazismo y comunismo, los dos ideales del siglo XX llamados a durar eternamente, cargados de odio y muerte, de cadáveres, y coincidentes en su extinción.


Lo que consigue Nicholas Best al ubicarse en esos cinco días finales, es un relato pormenorizado y cinematográfico, entretenidísimo, y por qué no decirlo, divertido, de los últimos estertores de la contienda. Y su intención minimalista de centrarse en las historias personales de los testigos —testigos presenciales del final de la Segunda Guerra Mundial, tal y como reza el subtítulo del libro— obran el milagro de trasladarnos los pedazos de la acción con realismo.

Podemos oler la cordita suspendida en el aire, tras cada bomba que azota el bunker de Hitler, saboreamos la humillación de Himmler mientras deambula desesperado en sus intentos por ocupar un lugar en el futuro gobierno alemán tras la rendición, o asistimos al pasmoso desfile de condenados a la horca en las ejecuciones de la cúpula nazi tras los juicios de Núremberg.

Traudl Junge, secretaria de Hitler.

Best alterna testimonios de soldados, vecinos, oficinistas, y personajes anónimos, con las historias de testigos celebres: Sofía Loren y Audrey Hepburn, Günter Grass y Joseph Ratzinger, Kennedy o Kissinger, pasando por Ezra Pound, Kurt Vonnegut, Bob Dole, Solzhenitsyn, Viktor Klemperer o Roman Polanski. Junto a ellos, asistimos al devenir de los mariscales de Hitler, también al de los integrantes de su círculo más próximo, como Göring, Ribbentrop y Hess, o de su cocinera Constanze Manzarly y de su secretaria Traudl Junge. Sin dejar de lado a Mussolini y a su amante Clara Petacci, y las terribles últimas horas que vivieron.

Clara Petacchi en una curiosa foto en la que aparece leyendo "Historia de un año", escrito por Benito Musolinni.

Esta extraña foto se la hizo Eva Braun en el estudio fotográfico de Heinrich Hoffmann, el fotógrafo oficial de Hitler. Allí fue en donde la conoció, ya que Eva Braun entró a trabajar de secretaria de Hoffmann.

De entre los momentos más deslumbrantes que se narran en el libro hay que destacar la ejecución y posterior profanación de los cuerpos de Mussolini y la Petacci, la huida del personal del bunker del Führer y las últimas horas vividas allí dentro, la batalla por la toma del Reichstag, y los capítulos dedicados a las liberaciones de los campos de concentración de Belsen y Dachau.

A la derecha, el futuro Premio Nobel de Literatura de 1999, un joven Günter Grass de uniforme de las SS.

Joseph Ratzniger, futuro Benedicto XVI, con el uniforme de las SS.

3. La carne de la Historia

Nicholas Best lleva a cabo un procedimiento de humanización de la Historia que sólo se encuentra al alcance de unos pocos. Hace muchos años, con motivo de la presentación de mi primera novela, el escritor Luis del Val me confesó su admiración por Stefan Zweig, pero no por el Zweig novelista (que también) sino por el autor de los libros históricos. En ellos, el escritor austriaco consigue unas cotas maestras de humanización de los personajes. Un ejemplo de esto es su extraordinaria biografía de Fouché (El acantilado). Desde entonces, he seguido esta máxima cuando he escrito novela histórica, técnica que llevé a su mayor exponente en Los pequeños caballos azules (Nostrum) y El vaso canope (El tercer nombre).




Best, también sigue por esa línea, y aplica una técnica tan difícil de llevar a la práctica como sensacional en sus resultados. Sumerge los acontecimientos en el caldero de su escritura, los hierve bien hervidos con su prosa viva y rápida, y consigue, así, desprender del hueso la carne de la Historia. Y es esa carne de la Historia la que nos sirve en un convite tan sabroso como espeluznante.
Porque el autor sabe que la carne de la Historia, en la mayoría de las ocasiones, está llagada por el sufrimiento de los inocentes. Sin embargo, eso no resulta un obstáculo a la hora de detener su mirada sobre los acontecimientos más infames, que nos aproxima con la steadicam de la escritura, permitiéndonos el privilegio de la inmersión en el corazón del terror de la humanidad. Todo ello, jalonado con los comentarios al margen de quienes sufrieron todo aquello con sus heridas: ellos son los verdaderos protagonistas de la Historia. Ellos son, pues, los que flotan en el caldo del libro. A quienes no hay que obviar ni olvidar, en quienes hay que fijarse para saber la verdad.

Cinco días que estremecieron al mundo aporta una perspectiva distinta al lector experto en la contienda, y es una forma perfecta de iniciarse en el tema para quienes no haya leído todavía nada sobre el asunto.

4. Epílogo: La mirada en el espejo

Al final, tras cerrar el libro, volvemos a encontrarnos con la mirada de Anton Dostler en la portada. Ha sufrido una mutación desde que empezamos nuestra inmersión en el texto. Ahora, interpretamos mejor la hondura de sus ojos, y sabemos que en el fondo de esas pupilas enfermas de odio y crímenes, se refleja nuestra imagen.

Sabemos, inquietos por el descubrimiento que hemos realizado —y que tal vez necesitamos expulsar rápidamente de nuestras cabezas—, que su mirada muy bien podría ser la nuestra y que, cualquiera, podría ser un verdugo por el mero hecho de ser humano. Sí, en efecto, y respondiendo a Primo Levi: todos somos hombres. ¿Pero deseamos serlo con todas nuestras fuerzas o a la mínima oportunidad dejaremos salir a Eichmann, a Bormann, desde lo más profundo del ser, y haremos que los crímenes del pasado sean nuestras leyes del futuro?


La respuesta continúa albergada en lo más recóndito de la naturaleza humana.

Stefan Zweig.

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